Por deficiencia

Las deficiencias en sodio a partir de bajas ingestiones del mismo no suelen ser frecuentes, a menos que se siga una dieta rigurosamente baja en sodio. Tampoco una elevada sudoración es motivo suficiente para suplementar la dieta en sodio. El cuerpo puede presentar una fuerte depleción de sodio sólo bajo condiciones extremas de sudoración profusa y persistente, o por traumatismos, diarreas crónicas, o afecciones renales debidas a imposibilidad de retención de sodio, lo cual suele requerir atención médica.

Bebidas isotónicas

Este tipo de bebidas que han alcanzado enorme popularidad en los últimos años, tanto relacionados con la actividad física, o como simples refrescos, contienen cantidades variables de sodio, según marcas entre, 25 y 70 mg/100 ml. El uso indiscriminado de este tipo de bebidas sin relación con una eliminación excesiva por sudoración (o bien por vómitos y diarreas, en que también puede estar indicado), puede suponer en casos extremos, en que sustituya a la totalidad del agua recomendada (2 L/día) hasta 1,4 g de sodio (3,5 g de sal al día), lo que supone un aporte excesivo a la ingesta de sal diaria.

Pero incluso relacionada con actividades deportivas, siempre que estas no sean excesivamente largas en el tiempo, extenuantes, o en condiciones climáticas muy adversas (elevada temperatura y/o humedad) no se justifica la necesidad de su consumo. Esto podemos evidenciarlo, pues dado una pérdida de sodio de 575 mg/L de sudor y la diferencia entre la cantidad máxima recomendada diariamente (2 g/día) y la ingesta media en nuestro país (4 g/día), tendríamos que perder aproximadamente 3.5 litros de sudor para entrar en la zona de máxima recomendación y si lo hacemos respecto a la ingesta mínima segura (0.5g/día) un total de 6 litros de sudor diarias. Estas pérdidas hídricas sólo se producen bajo la coincidencia de pruebas extremas, en condiciones muy adversas y en caso de que no se realizara una hidratación adecuada podrían causar graves trastornos por simple deshidratación e incluso la muerte.

Por exceso

Una ingesta excesiva de cloruro sódico puede ocasionar un incremento del espacio extracelular por agua procedente de las células, para mantener la concentración de sodio. Esto ocasiona edema e hipertensión. En caso de una ingestión masiva de cloruro sódico, no debería haber excesivo problema si se tiene agua a disposición del individuo y la función renal no está afectada. En cualquier caso, esta ingestión masiva (aguda) de cloruro sódico no es usual a partir de los alimentos, aunque sí lo es, una moderada ingestión elevada y cotidiana de esta sal que puede ocasionar problemas hipertensivos.

Hipertensión arterial

Ambard y Beaujard en 1904 fueron los primeros en sugerir la relación entre el excesivo consumo de sal y la hipertensión arterial, preconizando la disminución de su consumo en los enfermos hipertensos. (Ambard & Beaujard, 1904).

El incremento de la presión sanguínea en las arterias, supone en forma de crisis hipertensiva un 5% de las muertes por enfermedad cardiovascular. Pero de forma crónica (suele ser la forma más habitual de actuación), provoca una pérdida de elasticidad en las arterias lo que repercute en fatiga cardiaca y posible daño renal, lo que favorece la incidencia de ictus[1] e infartos[2], que son los dos motivos más frecuentes de muerte y discapacidad en sociedades desarrolladas.

Además de estos trastornos circulatorios de la hipertensión, existen otras consecuencias derivadas del consumo excesivo de sal, algunas de ellas aún en estudio, como:

  • Dificulta la función de los riñones: la función de filtrado se ve perjudicada por el exceso de sal, potenciando asimismo la hipertensión arterial en un círculo vicioso. Además, la ingesta excesiva de sal es un importante factor que predispone la formación de cálculos renales.
  • Disminuye la cantidad de calcio: como la ingesta de sal es el factor más importante para la eliminación de sodio por la orina, cuanto más sodio se elimina, en pequeña medida también se elimina calcio, lo que hace que se disminuya la cantidad de calcio en los huesos y que haya mayor tendencia a la osteoporosis. (mayor predisposición a fracturas óseas, especialmente en personas de edad más avanzada).
  • Retención de líquidos:  empeora el funcionamiento de los riñones, corazón e hígado y también genera edema e hinchazón de las piernas y los tobillos.
  • Favorece algunos tipos de tumores: como el cáncer de estómago, que pueden verse favorecidos por el consumo excesivo de sal, ya que en grandes cantidades puede ser un irritante que erosiona el recubrimiento del estómago, provocando lesiones ulcerosas, infecciones y predisponiendo para la presentación de tumores gástricos.
  • Dificulta la función del aparato respiratorio:  se ha demostrado que una reducción en la ingesta de sal hace que las vías aéreas disminuyan su resistencia al paso del aire y que se permita también la reducción en el uso de medicamentos para el asma.
  • Favorece el sobrepeso y la obesidad: esta relación no es directa y parte de los usos y costumbres de las sociedades desarrolladas. Dado que un exceso de sal aumenta la sed, y ésta suele ser saciada con bebidas azucaradas y energéticas, tales como refrescos, cuyo consumo continuado y excesivo desequilibran el balance entre calorías ingeridas y calorías consumidas, predisponiendo al sobrepeso y obesidad. La obesidad además es una enfermedad que también provoca e influye negativamente sobre las que se han citado anteriormente, las enfermedades del aparato circulatorio (infartos e ictus), riñón, aparato respiratorio, diversos tipos de tumores, aparato locomotor (osteoporosis, artrosis), etc…

Sin embargo, de todas ellas, la que parece más clara, que es la relación estrecha entre ingesta de sal e hipertensión, realmente no es tal y requiere de otros factores concurrentes, como sensibilidad al sodio, obesidad, etc. (ver tabla 2). El estudio INTERSALT (Stamler y col., 1989), realizado en 32 países con 10.079 participantes de ambos sexos, y el estudio INTERMAP (Zhou y col., 2003), realizado en 17 poblaciones diferentes de China, Japón, EE. UU. y Reino Unido con 4.680 individuos, han demostrado una relación positiva entre la ingesta de sal, la eliminación urinaria de sodio y las cifras de tensión arterial, sin embargo, en las conclusiones de INTERSALT, se indicó que no suponía un beneficio notable el descenso del consumo medio de sal en las sociedades desarrolladas (8 g/día), hasta los niveles recomendados (6 g/día), dada la mínima incidencia sobre los valores de tensión arterial (descensos inferiores a un 2% en la sistólica y a un 0.2% en la diastólica), recomendándose solamente un descenso significativo en personas con tratamiento farmacológico contra la hipertensión.

Tabla 2. Recomendaciones de estilo de vida para la prevención y el tratamiento de la hipertensión arterial

RecomendaciónDescenso de la TA sistólica
Conseguir y mantener un peso corporal cercano al ideal (IMC < 25 kg/m2)5-20 mm Hg
Seguir una dieta similar a la DASH (Mediterránea), rica en fruta, verdura y lácteos desnatados8-14 mm Hg
Limitar la ingesta de sal (6 g de ClNa o 2,4 g de Na)2-8 mm Hg
Moderar la ingesta de alcohol a menos de 2 bebidas/día en varones o una bebida/día en mujeres2-4 mm Hg
Mantener una ingesta adecuada de proteínas, magnesio y calcio.Variable
Ingerir 120 mmol/día de potasio con la dietaVariable
Disminuir la ingesta de grasa total y grasa saturada. Ingerir 3-6 g de ácidos grasos omega 3 en forma de pescadoVariable
Realizar ejercicio físico habitual, 30 minutos/día la mayoría de los días de la semana4-9 mm Hg

DASH: Dietary Approaches to Stop Hypertension

IMC: índice de masa corporal

TA: tensión arterial.

Para estimar la influencia de la sal sobre la tensión arterial se han realizado diversos tipos de estudios, tanto en animales, genéticos, epidemiológicos y de intervención en humanos:

  • En chimpancés, el incremento o disminución de sodio en su dieta afecta directamente a las cifras de tensión arterial.
  • Se han identificado hasta 20 genes diferentes que intervienen en el manejo renal del sodio, lo que provoca que existan personas con diferente sensibilidad al exceso de sodio en sus dietas. Entre el 30 y el 50% de la población hipertensa es sensible a la sal.
  • Los ancianos, las personas de raza afroamericana y los pacientes con diabetes o insuficiencia renal crónica presentan mayor respuesta tensional al incremento del sodio en la dieta. Estos individuos tienen niveles inferiores de actividad de renina plasmática.
  • La tribu Yanomamos (sudamerica) prácticamente no presenta hipertensión, siendo su dieta muy baja en sodio; en cambio los Qash’gai de Irán, que tienen una ingesta más elevada presentan mayores valores de tensión arterial. Además cuando poblaciones con baja ingesta de sal migran a zonas urbanas con ingesta mayor, se observa un aumento de las cifras de tensión arterial.
  • Además, la relación entre sal e hipertensión arterial, se ha confirmado en varios metaanálisis, tanto en sujetos normotensos como en hipertensos

Ante estos datos, la Comisión Europea propuso en 2008 un Acuerdo del Grupo de Alto Nivel sobre Nutrición y Actividad Física, que pretendía reducir de manera general un 16% la sal en los alimentos preparados. La AECOSAN en 2010 puso en marcha el Plan de reducción del consumo de sal en España. Como objetivo de estas iniciativas, se pretende que para 2014 el consumo medio de sal haya bajado hasta 8,5 gramos al día. Pero el propio comité científico de AECOSAN pone sus dudas sobre los efectos tecnológicos y de seguridad alimentaria que podría provocar dicha reducción, por ejemplo en productos cárnicos (Fernández y col. 2011).

Por otra parte, según el estudio PREDIMED (Medina-Remón y col, 2013), el consumo de una dieta mediterránea tiene un efecto protectivo frente al Ictus ante un consumo elevado de sal, ya que con similares eliminaciones por orina de sodio, las personas en el estudio que tomaban dieta mediterránea rica en aceite de oliva virgen extra o frutos secos, presentaban menos incidencia de esta enfermedad.

Por tanto, quedan aún muchas incógnitas que resolver en torno a la cantidad óptima de consumo de sal diaria en nuestra dieta, sobre todo en personas no hipertensas y que no presenten sensibilidad a la sal. No obstante, en personas hipertensas o sensibles a la sal, está claro que deben adoptar tres medidas básicas:

  • Mantener el peso en torno al ideal.
  • Seguir una alimentación mediterránea.
  • Ingerir un máximo de 5-6 g de sal/día.

[1] Ictus o accidente cerebrovascular: tanto por hemorragias cerebrales como por embolias, provocan aproximadamente un tercio de los fallecimientos por enfermedades circulatorias, pero un alto porcentaje de las personas que sobreviven a un ictus sufren secuelas físicas y neurológicas graves para el resto de su vida.

[2] Insuficiencia cardiaca e infartos: la sal tiene además efectos adversos directos, no mediados por la hipertensión arterial, sobre el músculo cardiaco, lo que también empeora el funcionamiento del corazón, favoreciendo enfermedades como los infartos o la insuficiencia cardiaca, cuando el corazón es incapaz de bombear la sangre necesaria para el cuerpo.

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